(Valencia, 2 de marzo de 2015, #DeFrente)
Frente a Frente
MUJER Y REVOLUCIÓN. UNA MIRADA
HISTÓRICA. (Primera Parte). Por Dalia Correa
A propósito de celebrarse este 8 de
marzo el Día Internacional de la Mujer, he querido escribir sobre la mujer y su
participación en movimientos libertarios, desde una perspectiva histórica.
“La mujer de la nueva sociedad será plenamente
independiente en lo social y lo económico, no estará sometida lo más mínimo a
ninguna dominación ni explotación, se enfrentará al hombre como persona libre,
igual y dueña de su destino”. Este enunciado extraído de la obra de August
Bebel (1840-1913) La mujer y el
Socialismo da cuenta de lo que algunos pensadores marxistas exponían sobre
la necesidad de igualdad entre hombres y mujeres. Pero ¿cómo era considerada la
mujer antes de la Revolución Francesa (1789)?: la desigualdad jurídica de los
miembros de la sociedad era la norma. Nobles y clérigos gozaban de privilegios
(exención fiscal, monopolio de los altos cargos públicos, leyes y tribunales
especiales) a los que no podían acceder la mayoría de la población.
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La española Josefa Amar (1749 - 1833) |
La ausencia
de derechos políticos (voto) y libertades (expresión, reunión, religión) era
otra característica del régimen imperante. En el caso de las mujeres, a todo lo
anterior se le debía unir su función social circunscrita a lo doméstico, a las
labores de la casa, de la procreación y del cuidado de los hijos; y su
subordinación legal al hombre, padre o esposo. Antes de la revolución hubo
mujeres que desde una posición individual plantearon reivindicaciones en pro de
la igualdad femenina, un ejemplo es la ilustrada española Josefa Amar con sus
libros Importancia de la instrucción que conviene dar a las mujeres (1784) o el
Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres (1769)); sin embargo,
fue con la llegada de la Revolución Francesa cuando la voz de las mujeres
comenzó a expresarse de manera colectiva. Condorcet (1743-1794), quien fue uno
de los ilustrados franceses que ayudó con la elaboración del programa
ideológico de la revolución francesa, reclamó el reconocimiento del papel
social de la mujer y comparaba la condición social de las mujeres de su época
con la de los esclavos.
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La francesa Olimpia De Gouges (1748 - 1793) |
Con el inicio de la Revolución Francesa, ya en la
Francia de 1790, las mujeres comenzaron a organizar grupos y crearon
instituciones que representaran sus propios intereses. Guérin (1974) recrea el
activismo de Olimpia de Gouges, quien en 1791 publicó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana que era,
de hecho, un calco de la Declaración de
Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional
Francesa en agosto de 1789. Aludiendo al gran documento programático de la
revolución, Olimpia de Gouges denunciaba el hecho de que la revolución hubiera
olvidado a las mujeres en su proyecto igualitario y liberador. Su encarcelamiento
y ejecución durante el período de la dictadura jacobina simbolizó, para muchos,
el fracaso de las reclamaciones feministas durante la revolución. Sin embargo,
las mujeres en sus luchas reivindicativas formulaban peticiones al gobierno,
organizaban revueltas por el pan y por el control de los precios. Iniciaron los
episodios de la “tasación popular”, saqueando y apoderándose de comida y
mercancías.
Como ciudadanas pasivas dentro de la
nueva república francesa, las mujeres entraron a formar parte del Estado y,
como miembros de la multitud, en los tribunales revolucionarios públicos y,
desde las galerías del público de los clubes revolucionarios, hicieron sentir
su presencia. Es así como en febrero de 1793, cientos de parisinas radicales
forman la Sociedad de Mujeres Republicanas Revolucionarias –SMRR-. Siendo uno
de los primeros grupos organizados para velar por los intereses de la mujer trabajadora,
la SMRR afirmaba que su propósito era
“ser armadas para acudir en defensa de la patria”. Sin embargo, en octubre de
1793, los jacobinos declararon ilegales todos los clubes y asociaciones de
mujeres, ya que según el Comité de la Seguridad General, las mujeres “están
poco capacitadas para los pensamientos elevados y la meditación seria…Creemos
por tanto, que una mujer no debería dejar a su familia para meterse en asuntos
de gobierno”. Es más, en el Código Napoleónico de 1804, que consolidó muchos de
los logros revolucionarios para los hombres, las mujeres perdieron terreno y
fueron clasificadas junto con los niños, los criminales y los locos como
incompetentes legales.
Este sentido de la participación de
la mujer en la sociedad se repitió durante las revoluciones de 1848. Por
ejemplo el gobierno provisional revolucionario de Francia retrasó la concesión
del voto a las mujeres. Los varones revolucionarios nunca permitieron que las
mujeres votaran, ni siquiera en sus clubes políticos, y la prensa
revolucionaria solía burlarse de los clubes de mujeres. La derrota de los
gobiernos republicanos intensificó aún más la exclusión de las mujeres de la
política. Después de 1851, en Francia y los estados alemanes, la ley prohibía
que las mujeres participaran en actividades políticas y periodís-ticas. A decir
de Anderson y Zinsser (2009: 776) en la década de 1860 los socialistas
varones abogaron porque “las mujeres permanecieran en casa”.
A pesar de que tanto la Revolución
Francesa como las demás revoluciones liberal-burguesas, plantearon como
objetivo central la consecución de la igualdad jurídica y de las libertades y
derechos políticos, pronto surgió la gran contradicción que marcó la lucha del
primer feminismo: las libertades, los derechos y la igualdad jurídica que
habían sido las grandes conquistas de las revoluciones liberales no afectaron a
la mujer. Los “Derechos del Hombre y del Ciudadano” que proclamaba la
revolución francesa se referían en exclusiva al hombre no al conjunto de los
seres humanos. A partir de aquel momento, en Europa Occidental y Norteamérica
se inició un movimiento, el feminismo, que luchó por la igualdad de la mujer y
su liberación.
Nota: Publicado en Diario Notitarde, Lectura Tangente 1/3/2015
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