domingo, 9 de abril de 2017

Organizaciones con dimensión humana

| Valencia, 9 de abril de 2017, #DeFrente  Por Dalia Correa

En febrero de 2008 concedí una entrevista a Rafael Simón Hurtado para una publicación del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad de Carabobo -CDCH-, llamada "A Ciencia cierta. El saber en movimiento"; fue a propósito de la organización del Segundo Seminario Nacional de Sociología de las Organizaciones, realizado para conmemorar los 25 años de creación del Instituto de Investigación Dr. Manuel Pocaterra Jiménez. Allí resaltamos la necesidad de nuevas relaciones éticas en las formas de organización de las personas, cualquiera que sea esta forma de organización. Manifesté, entonces, que si continuamos sin tomar en cuenta a las personas todo lo que se establezca como modelo de desarrollo, como mecanismo para mejorar la calidad de vida del ser humano, no dará resultado porque la gente no se sentirá representada. Varios años después ratifico esta opinión. En el ámbito universitario suelo escuchar a muchos colegas decir que la gente "no nos acompaña", que estamos dando "solos" la pelea, que los "pensantes" debemos llevar adelante la lucha pues no será "la gente de los barrios" quien la dé. 

A raiz de los últimos acontecimientos acaecidos en Venezuela que dan cuenta de un malestar generalizado de la población, pero concomitantemente también de una mayoría que quiere paz y lograr los cambios mediante el diálogo y no la fuerza del terror (léase guarimbas, represión, abuso de las fuerzas policiales, entre otros), me pregunto ¿por qué los "pensantes" somos incapaces de ver lo que miran "los del barrio"? ¿Dónde quedó nuestra capacidad para observar a la sociedad desde una perspectiva humana? ¿Cómo retomar nuestro rol de cientistas sociales sin que medie la visceralidad? Definitivamente, hay que repensar la "Academia", la Universidad, los equipos y la gestión de investigación, pues no estamos dando respuestas ni siquiera a la comunidad más cercana que es la universitaria, mucho menos a la sociedad venezolana. La tarea es inmensa y es ahora.

En el siguiente enlace pueden acceder a la publicación A Ciencia Cierta N° 3, donde aparece la entrevista completa que diera hace 9 años.

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viernes, 7 de abril de 2017

Tiempos Light. El eterno retorno

| Valencia, 6 de abril de 2017, #DeFrente  Por Dalia Correa

Retomo mi blog después de meses de ausencia. Este año 2017 comenzó como con más velocidad e intensidad que todos los anteriores años de mi vida. Esa dinámica, me ha hecho escribir mucho para otros espacios, dejando desprovista de mis ideas a mi página personal. Más adelante compartiré un artículo escrito para Lectura Tangente del diario Notitarde de Valencia, que fue publicado en la última versión impresa de esta importante publicación de mi ciudad natal. Han pasado unos cuantos meses, pero parece que el tiempo se hubiera detenido y lo dicho en ese trabajo lo acabara de escribir. Y es que vivimos de escándalo en escándalo, de las frases hechas: "o es ahora o es nunca"... En fin...

Mientras escribo, hago la producción de mi programa radial de los viernes, oía una entrevista que le hice al Dr. Rolando Smith en el año 2012 y por las preguntas y por las respuestas parecía que el programa lo hubiera hecho ayer... pero no, han pasado 5 años; lo que no ha cambiado es la ingente necesidad de transformar eso que llamamos UNIVERSIDAD.

No quiero contribuir a seguir reproduciendo un conocimiento impertinente, vaciado de sentido. No quiero oir más a "los pensantes" hablando libremente de la dictadura y de cómo en nombre de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, esa misma que votaron NO en 1999, derrocar al gobierno central. Me niego a reproducir ese pensamiento light, de gente que no estudia, que no se prepara, que no argumenta para debatir las ideas, no importa de qué lado de los acontecimientos esté ubicada.

Lamento profundamente los sucesos ocurridos ayer miércoles 5 de abril de 2017 en el campus universitario de la Universidad de Carabobo en Bárbula. ¿Qué guió a esos funcionarios policiales a irrumpir en las instalaciones de la facultad de Ingeniería, violando así el recinto universitario? ¿qué los llevó a disparar? ¿Por qué emplearon la fuerza de esa manera? ¿A quien le hicieron el juego? ¿Por qué si el Gobierno de Francisco Ameliach ha articulado con las autoridades universitarias un Plan de Seguridad para nuestra UC se suscitaron estos hechos de esta forma? ¿A quién le conviene "pescar en "río revuelto"? Interrogantes estas y muchas más que no sabemos si podremos obtener respuesta alguna...

Mientras, seguimos ayudando a construir la UNIVERSIDAD que soñamos y tratando de sembrar conciencia patria. Aquí, finalmente, les dejo el artículo referido:

“Tiempos Light”

Cuando por allá en 1999 el maestro Rigoberto Lanz nos hablaba de posmodernidad, de lo “rizomático” (esa palabra no la van a conseguir en el diccionario) no comprendía aún, a cabalidad, de qué nos estaba hablando. Eran tiempos de amplia y profunda discusión sobre la sociedad tanto en Venezuela como en la Región.

Recuerdo un texto “Enfoques sobre posmodernidad en América Latina” (1998) compilado por Follari y Lanz que daba cuenta de extraordinarias posiciones, intentando hacer un balance sobre lo posmoderno en nuestra América.

Muchos consideraron el asunto una cuestión de moda; sin mayor estudio etiquetaban todo lo que producían con la palabra posmoderno. Aún resuena en mis adentros un congreso llamado “Cuidados posmodernos al paciente en enfermería”, todavía me pregunto de qué trataría el mismo.

Eran tiempos en que Deleuze y Guattari se pusieron de moda entre algunos intelectuales para justificar el “pensamiento rizomático”, en el malentendido de que el pensamiento en clave posmoderna era “superficial”, “sin raíces”, sin “fundamentos”. Era el fin de la historia, ese que celebraron los neoliberales pero que a su vez produjo resurgencia de los fundamentalismos.

Esa pretendida desfundamentación mal comprendida llevó a que se desdeñara la teoría, la reflexión y el estudio. Cualquier mirada sin base ni profundización era tomada como válida para el análisis, interpretación y comprensión de lo social. Así las cosas, hubo gente que produjo tesis y otra que se quedó en el camino.

El asunto, más allá de lo anecdótico, da cuenta de que a casi 20 años de esas discusiones que evidenciaban la emergencia de una cultura posmoderna, como respuesta al colapso de la modernidad, y no como “etapa evolutiva” de una época, muchos de sus rasgos caracterizadores están presentes en la actualidad.

Ya hace dos décadas Martín Barbero advertía sobre las atmósferas culturales de fin de siglo. Quiero destacar una de ellas porque conjuga en sí muchas de las prácticas sociales de los jóvenes y no tan jóvenes de hoy. Se trata de la “tecnofascinación”, la cual se “forma en la convergencia de la fascinación tecnológica con el realismo de lo inevitable”.

Por una lado, la cultura del software que conecta la razón instrumental con la pasión personal y por el otro, múltiples paradojas como por ejemplo: la opulencia de lo comunicacional con el debilitamiento de lo público; la gran disponibilidad de información contrastando con el deterioro de la educación formal; la explosión de imágenes con el empobrecimiento de la experiencia hasta llegar a la multiplicación infinita de los signos en una sociedad con grandes déficits simbólicos.

Y es que asistimos hoy a los tiempos de una sociedad de mercado que conjugada con la racionalidad tecnológica “disocia” la sociedad en lo que Martín Barbero dio en llamar “sociedades paralelas”: la de los “conectados” y la de los “excluidos”.

En Venezuela, uno pudiera pensar, dado los niveles de consumo de la telefonía celular con sus correspondientes “planes de datos” y el plan masivo de wifi para los centros educativos, que casi todxs estamos conectadxs, pero no es exactamente así. En promedio, el 62% a partir de los 7 años está conectado, lo cual deja por fuera al 38% de la población.

Sin embargo, hay un segmento de esos “conectados” que hacen uso intensivo de las redes sociales, y de las cámaras de tv (por supuesto) para hacer “videopolítica” (en clave Sartoriana). El asunto no tendría por qué preocuparnos si no fuera por lo insustancial, por lo trivial, por lo light del mensaje.

Por ejemplo, capto en mi Instagram la imagen de una joven, militante de “Proyecto Venezuela” con ínfulas de “dirigente”, con los pies zambullidos en las aguas que inundaron a Puerto Cabello, cargando botellones vacíos de agua y también bolsas negras que según la leyenda llevan ropa, medicina y comida al pueblo porteño que así se encuentra “por el abandono de éste gobierno”.

Otros light, aunque no por su peso, son unos diputados de Primero Justicia ante la AN, quienes montaron rápidamente una propaganda en una televisora regional, con un mensaje más o menos similar al de la joven aurinegra. El mensaje se repite como un cliché. Lo importante es “aparecer” en el momento. Es la oportunidad, es el instante preciso, es la apariencia…

Después, otro asunto, otro escándalo, ocupará la atención, no habrá pasado más que un par de semanas y ya nadie recordará lo que aconteció. Ese impulso de exponer en público el “yo interior” en una suerte de feria de vanidades ya no es asunto sólo de jóvenes. La instantaneidad, la banalidad, la frugalidad que caracterizan esto que llamo “tiempos light” se impone en todos los grupos etarios y estratos socioeconómicos. Aunque, como dice Bauman (Vida de consumo), no puede culparse a la tecnología de estas nuevas prácticas. ¿Qué hacer?